«Tras siglos de represión, los movimientos naturistas y nudistas recobraron la idea original, la idea primigenia: la de que la desnudez es lo más natural del mundo.
No sabemos que pasará dentro de 10 años pero mientras esté Valencia en Bici seguiremos difundiendo la idea original, la primigenia: que el ser humano nace libre y debe seguir libre.»
La bici, como el coche, da libertad (de movimiento) pero contrariamente a este, apenas produce daños colaterales. Por ello, en Valencia en Bici la tenemos como herramienta para devolver a las ciudades y al mundo, su verdadera naturaleza.
El automóvil es un vehículo que se puede convertir en cualquier momento en un arma de matar. Los muertos causan alarma social y por ello el Estado se ha ido encargando de minimizar las secuelas que supone mantener por encima de todo la supremacía del automóvil, coartando cada vez más la libertad del conductor aunque no la del automóvil. De hecho, las normas y las restricciones sobre los conductores y ocupantes han ido creciendo a lo largo del tiempo a la vez que paradójicamente se le daba al automóvil más libertad ( más velocidad y potencia, más y mejores carreteras, más y más espacio urbano…).
Lo más lógico sería prohibirlos o al menos restringir sus usos y velocidades, pero todo el esfuerzo se dedica principalmente a reprimir a conductores y a los otros usuarios de las vías públicas, por la sencilla razón de que los lobbies ligados al automóvil velan por mantener sus privilegios. Privilegios convertidos en Religión, de ahí que exista todo un rebaño de seguidores que los defienden a pesar de todo. Los acérrimos del automóvil no ven todos los estragos que este sistema de «coche para todos y para todo» causa en el medio ambiente y en la sociedad e incluso se defienden diciendo que no hacen más que pagar y pagar impuestos aunque no sean conscientes de que estos impuestos no cubren los gastos que ocasionan. Todos esos impuestos y todas esas empresas que les venden los coches, los repuestos, las reparaciones, la gasolina y todos esos organismos que los hinchan a multas los convierten en esclavos más que otra cosa. Es por eso que mucha gente ha visto en la bicicleta un vehículo de libertad, no solo porque les evita todas esas servidumbres, sino porque su ubicuidad y su anonimato les permite saltarse todas esas normas impuestas al resto de conductores (algo por otra parte que estos no soportan).
La necesidad de libertad, al igual que la de dominar es intrínseca en el ser humano. La historia de la humanidad es una lucha constante entre estas dos fuerzas. El Dominio es intrínsecamente malo porque produce sufrimiento. La tendencia al dominio tiene dos frenos: el de la educación para la libertad y el que le ofrece su tendencia opuesta, la defensa de la Libertad. La Libertad solo tiene un freno, el que enfrenta la libertad ajena. Es por ello por lo que no podemos contemplar como actos de libertad la circulación de los ciclistas por las aceras o la sistemática vulneración de las normas de tráfico, pues estas vulneran la libertad ajena. Las normas están hechas pensando en el tráfico automóvil, sí es cierto, pero cambiémoslas entre todos y no nos las vayamos saltando a la torera porque nos viene bien. Es a esa tendencia al libertinaje de la gente poco educada (porque la Libertad con mayúsculas se aprende) a las que se agarran los enemigos de la bici como a un clavo ardiendo para desacreditar su expansión. Pero además, con el tema del casco obligatorio los enemigos de la bici han encontrado un filón: Si la bici es Libertad y el casco no lo es, obliguémoslo, perderá pues una parte importante de su atractivo y por lo tanto parte de sus usuarios (demostrado allá donde se impuso).
Los enemigos de la bici cuentan con la complicidad que la educación y la cultura de la Dominación ha ido extendiendo a lo largo de cuarenta años de dictadura y hasta ahora. Estoy seguro de que los ciclistas que han abogado y abogan por obligar a los otros a hacer lo que ellos creen conveniente, no se dan cuenta de que con sus ansias de imponer sobre los demás sus criterios por la fuerza, no hacen más que crear sufrimiento. El casco puede ser más o menos útil pero su obligación no causa más que sufrimiento. Sufrimiento a aquellos que fueron educados para la libertad y que lo único que entienden es de Razones y no de Imposiciones. De momento “sus Razones” no han convencido en ninguna parte del mundo (ni siquiera donde es obligatorio). En el resto del mundo no se atreven con la porra. Allí (y ahora también aquí) han comenzado su implantación de una manera más sibilina: mediante la publicidad constante. El casco tiene sus pros y sus contras como todo, pero su uso debe ser opcional según actividades, lugares, criterios personales… Si esos que dicen ser ciclistas de verdad y que defienden la obligatoriedad del casco, de verdad quieren que cada vez haya más ciclistas, deberían de reflexionar seriamente sobre lo que estoy diciendo. Con su actitud como la de aquellos que se dejan llevar por el libertinaje no hacemos más que generar malos rollos entorno a la bici.
Por el momento «las autoridades que lo regulan todo» lo impusieron en nuestro país en vías interurbanas con una ley en 1999 que comenzó a aplicarse en 2004. Los resultados de esta ley sobre la accidentabilidad y sus consecuencias son inapreciables. Ahora han conseguido meterlo entre los menores porque no han podido con las ansias de libertad y las ganas de expandir la bici de las asociaciones de usuarios organizadas. Dentro de 10 años veremos que esta nueva ley no habrá hecho más que reducir el uso de la bici entre los menores o peor aún, preparar a la sociedad para la imposición universal del casco para ir en bicicleta. De aquí a entonces vamos a asistir a un bombardeo masivo de propaganda y a la habituación de los menores para que acabemos pensando con el mismo fanatismo de la directora general de tráfico: “ciclista metete en la cabeza que el casco forma parte de la bici”. Se equivoca, aunque se pretenda un mundo orweliano, siempre hay un poso en todo ser humano que reclama libertad y siempre renace a pesar de los dominadores.
Mientras quede gente de libre pensamiento, el casco no será más que un accesorio para la bici, de la misma manera que la ropa lo es para el cuerpo. Porque la ropa como el casco tiene sus pros y contras, te da libertad en el sentido de que te libera de las servidumbres del frío pero te la quita en el mismo momento que la utilizas para bañarte. Con el casco en la publicidad y en las leyes pretenden que te acostumbres a llevarlo como se ha hecho a lo largo de los siglos con el bañador, que lo integres, por las buenas o por las malas. A pesar de siglos de represión sobre el cuerpo, los movimientos de liberación resurgen. Antes nos bañábamos (y de hecho lo hacemos aún en la intimidad) desnudos porque es lo más natural y sensato. Luego, tras siglos de educación dominadora se nos metió en nuestro incosciente colectivo el sentido del pudor, algo que no tienen los mal llamados pueblos primitivos. Tras siglos de represión, los movimientos naturistas y nudistas recobraron la idea original, la idea primigenia: la de que la desnudez es lo más natural del mundo. No sabemos que pasará dentro de 10 años pero mientras esté Valencia en Bici seguiremos difundiendo la idea original, la primigenia: que el ser humano nace libre y debe seguir libre.
Texto: Antonio Llópez Moreno
Foto portada: Fernando Mafé Huertas