1- Para bien o para mal, en nuestra sociedad la vestimenta dice mucho de nosotros mismos, es una tarjeta de presentación que la gente tiene mucho en cuenta. Una de las razones que hace atractivo un medio de transporte sobre otros está precisamente en la libertad para vestir “conforme a la moda”. De hecho, una de las excusas que muchas adolescentes han puesto históricamente para no desplazarse en bicicleta de manera normal, era que pensaban erróneamente que no se podía ir con tacones o minifalda en este medio de transporte. Está claro que el disfraz de ciclista deportivo, como el de automovilista deportivo, no son los más adecuados para fomentar la bici o el coche entre los usuarios urbanos, de ahí la rotunda oposición del lobby del automóvil al casco obligatorio para automovilistas a pesar de que son muchos los muertos con daños craneoencefálicos entre los automovilistas del mundo.
2- El automóvil que es el causante de la inmensa mayoría de los muertos del tráfico, a lo sumo se ha equipado con cinturones y airbags para proteger a sus ocupantes pero sigue siendo un arma de matar peatones y ciclistas. Pese a las obligaciones de autoprotección que las autoridades se han visto “obligadas” a imponer para mantener la preeminencia del automóvil en el mundo “moderno”, paliando en lo posible la sangría de la que este artefacto es responsable, sus ocupantes siempre han quedado libres de cualquier amenaza de uniformidad por obligación. Solo los motoristas están obligados a llevar un elemento de protección sobre sí mismos ante la falta de otros inventados que sean capaces de protegerlos. Siguiendo esa lógica del motorista, se da por sentado que el casco protege al ciclista y debe ser una obligación. Siguiendo ideas preconcebidas parecidas, en las que se ve a la bici como un artefacto para hacer deporte y no un vehículo, se obliga a llevar prendas reflectantes sobre el cuerpo en vez de sobre el vehículo, a la vez que se prescinde de la obligatoriedad de llevar luces (algo muchísimo más importante que los reflectantes) a los ciclistas de carretera. Pero ir en bicicleta no es lo mismo que ir en moto y la inmensa mayoría de los muertos que produce la bicicleta no la produce esta por sí misma, sino el coche. El ciclista se parece más a un peatón que a un motorista en la casuística de “accidentes”. A nadie se le ocurre que los peatones deban llevar casco o luces y reflectantes para cruzar por los pasos de cebra, pero parecía hasta hace poco (en que se ha abierto el debate) que solo a los ciclistas urbanos que llevamos años de experiencia nos pareciera igual de absurdo que se nos obligara a nosotros a lo mismo.
3- La DGT ha jugado con el desconocimiento que la mayoría de la población tiene sobre la bicicleta como medio de transporte, para intentar imponer su uniforme de “robocop”. Un uniforme que pone sobre la victima la obligación de autoprotegerse y que irresponsabiliza al automóvil de los daños que pueda causar. En Valencia en Bici somos conscientes de la importancia que tiene la imagen en nuestra sociedad y la importancia que tiene esta en la normalización del uso de la bici en las ciudades. Por ello, vamos a organizar una pasarela de moda bicicletera donde queremos confrontar dos modelos de entender la cultura de la bici y la seguridad ciclista en las ciudades:
El modelo europeo del que somos partícipes y el modelo DGT.
En el primero se prima el uso de modos de desplazarse poco peligrosos y más amables y sanos para las ciudades normalizando socialmente su uso, mientras que en el segundo se declara hacer lo mismo pero se mantiene el modelo actual basado en la preeminencia del automóvil particular.
4- Mientras en Europa se fomenta la normalización del uso de la bicicleta en las ciudades, legislando a su favor y dando ventajas a sus usuarios, la DGT pretende con su nuevo reglamento, no sólo arrinconar a la bici en el tráfico, sino imponer también un uniforme a sus usuarios. Casco y chaleco reflectante forman parte de esa parafernalia con la que pretenden que los ciclistas nos protejamos de las agresiones del automóvil. Algo que rechazamos por su falta de efectividad en la mayoría de los casos, porque pone el acento de la seguridad en la víctima sin tocar los cimientos de quien genera el peligro y porque en la sociedad de la imagen en la que vivimos la vestimenta es una expresión de la personalidad de quien la lleva, e imponer por decreto ley como debe ir la gente por la calle para conducir un vehículo no hace más que poner trabas a su uso.
5- Hay mejores maneras de aumentar la seguridad ciclista y esas, como demuestra la experiencia europea, pasan por visibilizar la bicicleta en el tráfico. No son los cascos, reflectantes y fosforitos los que nos visibilizan de día en las calles, sino la presencia constante de ciclistas entre el tráfico, su circulación ocupando por derecho el centro de los carriles… Cualquier medida que no tenga el beneplácito de sus usuarios no hará mas que lo contrario, desincentivar su uso y por lo tanto aumentar su inseguridad. Hay que normalizar la bici en la ciudad haciéndola atractiva e imponiéndole solo las normas mínimas de convivencia ciudadana. Que nadie se llame a equívocos, las asociaciones de ciclistas urbanos no queremos que la bicicleta se suba a las aceras ni se salte los semáforos que les afecten o que los ciclistas circulen sin luces de noche.
Allí donde la bici se visibiliza de verdad, la seguridad aumenta. Por eso Holanda, donde casi nadie lleva casco y chalecos, es el país más seguro del mundo para los ciclistas, porque su uso se ha normalizado y la gente va en sus bicicletas con zapatos de tacón, trajes de chaqueta y corbata, vestidos, minifaldas, gorras… pero nadie se disfraza de nada. Es un vehículo atractivo para su población porque es práctico, estético y salvaguarda el medioambiente de sus ciudades. El modelo DGT no nos gusta, no gusta a nadie excepto a aquellos que tienen interés en dar una imagen del ciclismo urbano de máximo riesgo, fealdad y poca practicidad y que son los que firmaron un manifiesto apoyando a la DGT en su pretensión de obligarnos a llevar casco entre otras medidas: algunas aseguradoras, algunas asociaciones de automovilistas y algunas asociaciones de víctimas del automóvil subvencionadas por la DGT. Los interesados ya sabemos como debemos protegernos y las recetas de la DGT y de quienes las apoyan no solo no nos convencen sino que no las vamos a cumplir.
Antonio Llópez Moreno