Hace unos días fue noticia en la prensa valenciana, la decisión por parte del equipo de gobierno municipal con Joan Ribó a la cabeza y Giuseppe Grezzi como concejal de Movilidad, de cerrar el paso a Ciutat Vella y en un plazo de dos años, a todos aquellos vehículos motorizados que no sean de carga y descarga, transporte público y vecinos. La reciente semipeatonalización del entorno de la Lonja y el Mercat central que como leeréis más abajo fue el epicentro de la resistencia a la recuperación de los espacios públicos del Centro Histórico y las primeras reuniones de la Mesa de la Movilidad gestionadas por el actual equipo de gobierno, dan a entender que esta vez lo veremos hecho realidad. Esta buena noticia nos ha impulsado a sacar del baúl de los recuerdos un extracto de un trabajo que nuestro compañero Antonio Llópez escribió en 1999 bajo el título «Hacia un transporte sostenible en la ciudad de valencia: En bici y algo más.» y del que iremos publicando más cosas. En él se cuenta cómo se desarrolló en los 90 el movimiento ciudadano comandado por Valencia en Bici para conseguir lo que ahora, más de 25 años después, va a llevar adelante el equipo de gobierno de «El Cambio»:
-Ciutat Vella Sense Transit-
El otro frente vendría de la consciencia de que la mayoría de los ciudadanos no eran ciclistas, pero tampoco conductores: Eran sencillamente peatones y las medidas tendentes a peatonalizar calles beneficiaban a la sostenibilidad de la ciudad e indirectamente a los desplazamientos en bici. La historia, como la de la bici, arrancaba desde los años 80. En el barrio del Carmen, lugar de encuentro de toda clase de tribus urbanas y grupúsculos ecologistas y de izquierda durante los 70 y 80, se comenzó a reivindicar su peatonalización. Eran tiempos en que el culto al coche estaba en sus más altas cotas y la lucha (a falta de oídos prestos a escuchar razonamientos) cogía el camino de la algarada callejera. Pintadas a lo largo del carrer de d’Alt pero también de vez en cuando, contenedores o vidrios rotos intentaban impedir el paso de vehículos.
Los primeros intentos institucionales y el No rotundo de los comerciantes-
En los 90 la sensibilidad pública empezó a cambiar aunque muy lentamente. En los años previos, el Ayuntamiento del PSOE se dedicó a peatonalizar algunas calles aisladas aquí y allá a lo largo y ancho de Ciutat Vella. Calles como la del Hospital, Passeig de Russafa, Ribera, etc… pero también, y además con más ahínco, asfaltaron casi toda la ciudad y continuaron con una política de dar vía libre al automóvil incluso en detrimento de la bici y los peatones (bajo el mandato de Clementina Ródenas se amplió el viario de la avenida de Aragón retranqueando para ello parte de la acera y el mejor tramo de “carril bici” existente). Ya en la época del PP, en noviembre de 1992 la asociación de vecinos de El Carmen organizó un acto en el que se pedía peaje a los automovilistas que atravesaban el barrio. A dicho acto se adhirió también el colectivo Valencia en Bici. En marzo de 1993 el concejal de Circulación y Transportes Francisco Camps, anunciaba la posibilidad de cerrar al tráfico el centro histórico de 7 a 10 de la mañana. Era el fruto de una serie de debates que el grupo municipal de IU había iniciado durante los plenos y que culminaron con un compromiso por parte del equipo de gobierno, de favorecer una política local encaminada a la restricción progresiva del tráfico privado.
Fue sólo un globo sonda para tantear la opinión pública. Dicha opinión pública se encauzó a través de las asociaciones de comerciantes del centro histórico con un rotundo NO. Y todo a pesar de que las restricciones eran fuera de horario comercial y que habría una serie de tarjetas para excepciones. Sin embargo, entre las medidas que anunciaba el concejal, no figuraba el posible cierre de barrios cuya trama urbana los hacían lógicamente acreedores de esas medidas: “No tiene sentido por ejemplo, cerrar al tráfico las calles del barrio del Carmen, porque la intensidad de circulación que tienen no es significativa.”
Los distintos actores se posicionan cara a cara-
Estando las cosas así, en agosto de ese mismo año, la situación del tráfico y aparcamiento salvaje en el barrio del Carmen se hace insostenible. València en Bici y els Verds inician una campaña de sensibilización mediante carteles en los bares de ocio de la zona invitando a la gente a aparcar fuera del casco viejo y a acceder en bici, a pie o en transporte público. La campaña contó con el apoyo de casi el 90% de los dueños de los locales de ocio. La verdad es que la situación creada en la que vecinos no podían entrar o salir de los portales de sus casas -al verse obstaculizados por los coches aparcados sobre las aceras y pegados a las paredes- obligó al señor Camps que meses antes había dicho que era una tontería cerrar las calles del Carmen, a cerrarlas los jueves, viernes y sábados por la noche. Desde luego la medida no era más que un parche, en tanto que las calles que no se cerraban, seguían padeciendo los mismos problemas y que con ella no se quería reconocer de una vez por todas, que el barrio del Carmen por su estructura urbana y por su ausencia de comercio era y es el barrio que mejor admitiría una peatonalización casi integral.
Unas semanas después, aparecía en el diario Levante del 23 de agosto, un artículo de gran interés para el futuro de la movilidad sostenible de la ciudad:
Un plan financiado por la Generalitat y el Ayuntamiento (los dos en manos del PP) “permitirá la peatonalización del centro histórico en un plazo de 10 años. El estudio dirigido por el catedrático de la Universidad Politécnica, Angel Cayuela fue examinado por las autoridades municipales que dieron el visto bueno a las líneas generales”. Estas consistían en evitar el tráfico de paso por Ciutat Vella para dirigirlo hacia las Grandes Vías, la peatonalización de numerosas áreas en un periodo de 10 años, la habilitación de aparcamientos para residentes y la prolongación del tranvía desde la estación del Pont de Fusta hasta la estación del Norte atravesando Ciutat Vella. El 6 de septiembre en un artículo de opinión en el diario Levante, el presidente de Archival (asociación para la recuperación del centro histórico) abogaba de pasada “por una mayor movilidad peatonal que evite la servidumbre del vehículo a motor.” Discurso que cambiaría un año después claramente influenciado por las asociaciones de comerciantes del Centro Histórico y que quedó bien patente en la revista que Archival editó y en la que absolutamente todos los representantes del comercio, a excepción de la presidenta del Mercado de Mosén Sorell ubicado en el barrio del Carmen (por algo será) se oponían rotundamente a las medidas peatonalizadoras.
A partir de 1995 el cruce de artículos de opinión y noticias en prensa se intensifica. Por un lado Acció Ecologista -Agró ( València en Bici y Vianants) y algunos dirigentes vecinales o profesionales de la arquitectura o la ingenieria de caminos y por otro los comerciantes representados en la recién creada plataforma Ciudadana por un Centro Histórico Vivo y especialmente por la presidenta del Mercado Central Vicenta Lloris.
El movimiento ecologista pasa a la ofensiva-
Los comerciantes consiguen que diversos planes de peatonalización queden en mero maquillaje de las calles a reurbanizar e incluso que la ampliación de las aceras de la calle de la Paz resulte ridícula. Ante esta situación Valencia en Bici decide movilizarse y en febrero de 1996 convoca un acto de protesta en el Mercado Central que no tuvo ninguna repercusión en la prensa. El colectivo se molestó además, en hacer un sondeo entre 100 compradores del mercado que reveló que la mayoría accedía al mismo a pie, y que también una mayoría apoyaría medidas a favor de la accesibilidad peatonal y en transporte público.
También ese mismo mes, se intentó a instancias de dos comisiones de Acció Ecologista-Agró (València en Bici y Vianants) formar una plataforma de asociaciones del Barrio del Carmen a favor de restringir el tráfico. La plataforma a la que se convocó a Archival, El Centre Excursionista de València, la Asociación de Vendedores del Mercado de Mosén Sorell, Albarca y la Asociació de veïns del Carme no funcionó porque sólo tuvo el respaldo de la asociación de locales de ocio Albarca. Archival estaba claramente en contra, el Centre Excursionista se limitó a dejar el local de reunión y no se preocupó de un tema que al parecer quedaba lejos de su actividad diaria. Los vendedores de Mosén Sorell no se pusieron de acuerdo y la gran decepción para los patrocinadores vino por la actitud de la Asocició de veïns que no quiso “mojarse.” A pesar de todo, tanto comerciantes como vecinos estaban como veremos más adelante, muy sensibilizados con el tema.
Los vecinos se suman al movimiento ecologista-
Al margen del movimiento ecologista y frente a la plataforma Ciudadana por un Centro Histórico Vivo integrada por el comercio, Archival y algunos vecinos, se creó la Comissió Viure el Centre Històric integrada por vecinos y algunas organizaciones y profesionales preocupados por el centro histórico. Se trataba de contrarrestar la gran influencia que ejercía el comercio sobre las decisiones del Ayuntamiento, dando mayor credibilidad que los “radicales” del ecologismo en bici. Esta plataforma dejaba de lado la palabra endemoniada de “peatonalización” esgrimida por el ecologismo y hacía mayor incapie en la necesidad de un plan especial de tráfico y de aparcamientos para residentes. En realidad se pedía algo semejante, pero utilizando una terminología que no levantase ampollas entre los sectores más conservadores. Por el otro lado, la presidenta del Mercado Central hablaba de “peatonalizaciones compatibles” cuando la realidad era que se oponía a todas las que se proponían e imitando a las grandes superficies del extraradio iniciaba una campaña de regalo de bonos de gasolina para los compradores del Mercado. El único que supo convencer a los comerciantes de que la gente no sólo iba a comprarles en coche, fue el gerente de Cercanías de RENFE J.J Cholvi, que logró un acuerdo con la Asociación de Comerciantes del Centro Histórico para que los usuarios del tren obtuviesen descuentos. Los números cantaban, y de 50.000 viajeros diarios que Cercanías llevaba a la estación del Norte, el 22% admitía hacerlo por motivo de compras.
El final del año 96 se saldó con un nuevo intento de la delegación de Circulación y Transportes por controlar la excesiva afluencia de vehículos al centro con objeto de la campaña de Navidad. De nuevo los comerciantes del Mercado Central, Unión Gremial y Fevalco respondieron con un acto de protesta a las puertas del Mercado que “achantó” a la concejalía.
La campaña «Ciutat vella Sense Trànsit»-
Mientras tanto, desde hacia ya un mes los bicicleteros de Valencia en Bici repartían por la ciudad pasquines anunciando una bicifestación bajo el lema «Ciutat Vella sense trànsit» que se celebró el sábado 18 de enero de 1997 y que quedó excelentemente resumida en El País del día siguiente: “El frío y la lluvia no amilanaron a los más de 200 manifestantes de todas las edades que en la tarde de ayer recorrieron el centro de la ciudad a lomos de bicicletas, patines, sillas de ruedas, e incluso monopatines a vela, por una “Ciutat Vella sin tráfico”. La bicimanifestación (…) rodeó el casco histórico, zona “que no está diseñada para el tráfico” según la coordinadora Ciutat Vella Sense Trànsit, convocante de la protesta. El acto reivindicaba “las calles para vivir, para jugar, para relacionarnos, para divertirnos y no para los coches”. Se realizó una parada de avituallamiento delante del Mercado Central, donde los manifestantes merendaron y un portavoz de la coordinadora leyó un comunicado en el que se culpaba a la presidenta del mercado, Vicenta Lloris, de realizar una cruzada antipeatonal y de cortar de raiz todo intento del Ayuntamiento (al que se tildó de “bastante cagón”) por poner fin al “desmadre automovilístico”. Tras reponer fuerzas, se plantó frente al consistorio una señal de tráfico que prohibía el paso a los automóviles, “excepto al transporte público y vehículos autorizados”, la “primera piedra” “para peatonalizar el centro.” La noticia también salió reflejada en Las Provincias junto a la noticia de que la Alcaldesa Rita Barberá daba el visto bueno a la presidenta del Mercado Central sobre la idea de prolongar la avenida Barón de Carcer hasta la entrada de la calle Bolseria. Se habría así de nuevo, la polémica desatada en los años del franquismo respecto al “esponjamiento” del casco antiguo.»
Pero la bicifestación tuvo repercusión en el Mercado Central y su presidenta acuso a Ciutat Vella Sense Trànsit de “tratar de peatonalizarlo todo” de “seguir una línea pura de hiper-peatonalización” y de “obligarlos a trasladarse fuera de la ciudad al estilo de los grandes hipermercados para no perder ventas.” La visión de Ciutat Vella Sense Trànsit no era más que el resultado de una serie de hechos que uno tras otro boicoteaban todo intento de reducción del tráfico en el centro histórico y a pesar de ello el manifiesto de convocatoria de la bicifestación se alejaba mucho de la hiper-peatonalización de la que se les acusaba. Los ánimos se caldeaban y el Ayuntamiento lejos de aplicar los planes que decía tener previstos (recuérdese lo de ir peatonalizando gradualmente en un plazo de 10 años) adoptaba la postura más cómoda de dejar que el enfrentamiento se hiciese entre la propia sociedad civil y siempre dejándose chantajear por la posibilidad de perder votos entre sus votantes naturales: Los comerciantes más conservadores del Centro Histórico.
A finales de enero, aprovechando la celebración de la reunión de intelectuales a nivel internacional que la Acaldesa de Valencia Rita Barberá reunió bajo el lema de “Los desafíos del III Milenio”, Ciutat Vella Sense Trànsit desplegó una serie de pancartas reivindicativas que asociaban la racionalidad del III Milenio con una Ciutat Vella Sense Trànsit. Pero el Milenio entrante no tenía ningún viso de ser más racional con las políticas que se seguían aplicando: El 9 de febrero en el diario Levante se daba noticia de que el Ayuntamiento pensaba construir aparcamientos tras la fachada de los edificios de Ciutat Vella. Era una solución para la falta de aparcamiento que tenían los vecinos pero “también los clientes del comercio”y no dejaba de ser triste el ver casi hecha realidad aquella frase de denuncia que hablaba de que “los verdaderos habitantes de las ciudades ya no son los humanos sino los coches”, que ahora ya, tendrían su propio apartamento en pleno centro de la ciudad medieval europea. Aquella ciudad, que paradójicamente nació para el intercambio entre personas.
El concejal de Circulación y Transportes Jorge Bellver, comentó: “Pensando en que futuros gobiernos municipales puedan pensar de forma diferente aunque partiendo de la máxima de que una peatonalización total nunca será posible, hemos previsto que los aparcamientos públicos de ronda hacia adentro se reconvertirán automáticamente en estacionamientos para residentes si se corta la circulación de esas calles”. Por fin el ayuntamiento del PP dejaba claro que su compromiso adquirido en pleno en 1993 no lo cumpliría. Parte de su electorado más influyente, no se lo hubiera perdonado.
Un equipo de gobierno a merced de los comerciantes-
El tema iba saliendo con cierta frecuencia en la prensa, y la falta de decisión entorno a la reurbanización y el táfico en Ciutat Vella se manifestó de nuevo a raiz de dos obras: La reurbanización del eje Pie de la Cruz y calle Santa Teresa, y las obras de la calle Serranos-plaza de Manises.
Una carta al director aparecida en el Levante del 14 de enero de 1997 ponía indirectamente de manifiesto el problema:
Obras ruinosas
Como ciudadano y comerciante, me expreso desde la indignación y vergüenza que me produce el actual estado de abandono de la barriada de Valencia en la que vivo. Me refiero a la calle Pie de la Cruz y adyacentes (…) Hace aproximadamente tres años apareció un cartel anunciando que se iba a proceder a urbanizar este entorno. Nunca lo hubiéramos visto, ya que, aparte de padecer las engorrosas obras que acabaron con el paso de clientes o posibles clientes (…) han convertido estas calles en poco menos que intransitables. Hoy ya son incluso peligrosas: La urbanización de estas calles ha sido tan desdichada que están llenas de socavones, ladrillos sueltos, bolardos tirados por el suelo… además los coches aparcan donde quieren, junto a la entrada de tiendas o de viviendas, ya que no es posible saber qué es acera y qué es calzada. Lo que queda de esta, no se sabe si es peatonal o vial de automóviles: los peatones han de circular por el centro de la calle ya que los lados, posiblemente destinados a ellos, están invadidos por los coches, camiones y furgonetas de reparto. Hemos visto señoras que regresan de comprar en el mercado Central cargadas, caer al suelo (…) y todo esto ocurre a tan sólo tres meses escasos de la terminación de las obras.
Alfonso Pérez Oñate. En el Levante 14/11/97
Quedaba muy claro el problema, el Ayuntamiento (junto a la Generalitat) estaba emprendiendo desde hacía unos años una política de lavado de cara de las calles del centro histórico pero sin llegar a tocar los cimientos de la degradación de las mismas: El exceso de tráfico. Por ello Ciutat Vella Sense Trànsit no dejó pasar la ocasión que suponía la terminación de las obras de reurbanización de una calle tan emblemática como la de Serrans. A punto de reabrirse al tráfico la calle Serranos se repartieron pasquines entre los comerciantes de dicha calle, en ellos se vaticinaba lo que pasó después. Así en el diario Levante se daba la noticia: “Los obreros han vuelto a la calle de Serranos para reparar el firme”, “el reinicio de las obras en la calle Serranos, un mes después de haber terminado…” En el artículo se reflejaba la indignación de los comerciantes que al igual que en anteriores ocasiones habían logrado que la calle no se peatonalizase.
Al igual que en Pie de la Cruz (pero esta vez con adoquinado de superlujo) el tratamiento que se le dio fue el de aceras y calzada poco diferenciadas. Una vecina de la zona declaraba en ese mismo artículo:“La acera no está diferenciada de la carretera y los coches pueden subirse con facilidad. Los vehículos acabarán atropellando al viandante.” Estaba claro que los adoquines de superlujo eran incompatibles con el paso constante de cientos de toneladas que sobre cuatro ruedas empezaban a pasar de nuevo por esa calle., como señaló meses después, el 4 de mayo en el diario Levante un dirigente de la asociación de vecinos del Centro Histórico: “Los vehículos ya han destrozado el pavimento de Serranos y la plaza Manises.”
A pesar de que el día a día contradecía sus aspiraciones Ciutat Vella Sense Trànsit no se amilanó y siguió su particular campaña en solitario. Varias mañanas montó mesas de recogida de firmas en distintos puntos de Ciutat Vella con resultados esperanzadores. En el barrio del Carmen no sólo vecinos firmaban sino que aproximadamente dos terceras partes de los comerciantes del carrer de d’Alt y el mercado de Mosén Sorell respaldaban el manifiesto Ciutat Vella Sense Trànsit.
La historia sigue, y las cosas seguían y seguirán así hasta que alguien con valor suficiente tome la decisión de coger el toro por los cuernos. Sólo falta saber quién y cuándo será.