He leído con mucho interés el artículo sobre el estado de salud del piloto de Formula 1, Fernando
Alonso, “hospitalizado tras ser atropellado por un coche mientras se entrenaba en bicicleta en
Suiza”. Como ciclista con experiencia de cuatro décadas por calles y carreteras de varias ciudades
de Europa y Canadá, la foto que ilustra el artículo y su conclusión me han herido profundamente
por difundir una vez más una imagen negativa del uso de la bicicleta sin motivo. Pero si fuera por
reabrir el debate, ¡objetivo alcanzado!
El artículo trataba del estado de salud del piloto y su carrera en la Formula 1. No aportaba ninguna
información sobre las condiciones del accidente salvo que tuvo lugar sobre la una de la tarde y se
produjo en una carretera “por los alrededores de Lugano”, en Suiza. Y concluía que “[e]ste
incidente reabre el debate acerca de los riesgos de la práctica del ciclismo en carretera, una
modalidad de entrenamiento muy extendida”.
Una vez más el debate en España opone el coche a la bicicleta estigmatizando la presencia de
ciclistas por carreteras rurales o urbanas, que la usen para hacer deporte o como modo de transporte
(inter-)urbano. No hay ninguna diferencia entre un ciclista que se entrena y uno que se desplaza de
una ciudad a otra: o circula respetando las reglas, o no las respeta; y es lo mismo para el conductor
del coche. Por ejemplo, el conductor que quiere adelantar a otro coche o un tractor toma algunas
precauciones antes del adelantamiento. Por supuesto si los toca, corre el riesgo de arañar, abollar la
carrocería o peor. Cuando se trata de un ciclista – y hablo por experiencia – existe el conductor
tranquilo y pacífico y el conductor que se salta de las normas. Se acerca demasiado y adelanta sin
respetar las distancias de seguridad – se nota que tiene los nervios de punta por el rugido del motor
que nos sube de abajo por arriba del lomo justo detrás de la rueda trasera, luego el aliento sofocante
del vehículo pasando con toda la energía desencadenada, y en la ciudad, no es raro que ese mismo
pare unos treinta metros adelante para aparcar. Pero si algún día atropella a un ciclista, sí que la
carrocería será abollada, pero eso no le parecerá nada grave porque se arreglará; por el contrario las
heridas causadas al ciclista quedarán para siempre. Tuve cuatro accidentes en mi vida, todos por
zonas urbanas debido a puertas abiertas sin mirar. A lo mejor hubiera tenido yo que ir más por el
medio de la calzada… ¡Pero cuidado! No demasiado.
De verdad, disfrutar de carriles de bicicletas de anchura segura por todas las carreteras sería ideal.
Pero no es nuestra realidad en España y no es posible añadir carriles por todas. Aunque… con un
poco de voluntad y coraje político… Siempre se encuentra espacio y dinero para construir más
carreteras… ¿Por qué no para carriles de bicicletas?
Eso nos lleva a otra parte del debate. En España el espacio público dedicado al coche supera mucho
él dedicado a los otros modos de desplazamiento. Por ejemplo en Valencia, a pesar de que el área
metropolitana no cuente más que 1,6 millones habitantes, hay numerosas avenidas con cuatro y
hasta siete carriles de coches, con aceras y carriles de bicicletas estrechos. La posición privilegiada
del coche no impide a algunos conductores quejarse en voz muy alta cuando se cambia el uso de un
carril de coche para atribuirlo a la bicicleta o cuando se amplia el espacio peatonal. Sin embargo
tenemos que compartir el espacio y repartirlo de modo más justo entre “conductores”, “ciclistas” y
“peatones”.
No debería ser tan difícil. Por un lado, la división de la gente en categorías como ciclistas, peatones
y conductores es artificial y ficticia. Según el momento del día o de la semana, la población que usa
los tres modos de desplazamiento, pies-bicicleta-coche, es cada vez más importante. Desde el fin
del confinamiento se ven regularmente por los carriles bici de Valencia filas larguísimas de padres
con niños. Por otro lado, casi todos usamos dos de esos modos de desplazamiento. Así las tres
supuestas categorías – peatón-ciclista-conductor – se encuentran en una misma persona. Y Alonso,
piloto de Formula 1, practicando bicicleta desmorona la imagen de que una práctica, incluso a nivel
profesional, excluye las otras. No tiene sentido oponer una categoría a otra. Todos usamos todos los
tipos de infraestructuras públicas (sin hablar de los transportes públicos), y respetar a los otros
usuarios de esas infraestructuras, cualquiera que sea nuestro uso en ese momento es respetarnos a
nosotros mismo, facilita las relaciones en los espacios con mucha concentración de gente y al final
despeja la mente. Pero a menudo no pasa así. Hay gente que va a lo loco o ciega, encerrada en su
mundo interior o problemas cotidianos o con un sentimiento de superioridad, y su comportamiento
provoca un accidente. Para estas personas se necesitarían calles y carreteras donde pudieran ir
totalmente solas por su seguridad propia y la de los demás. Estas personas no quieren compartir el
espacio entre los diferentes modos de desplazamiento. Son peatones que cruzan una calle de espalda
al tráfico sin echar ni un ojo antes de poner el pie a la calzada, son grupos de peatones que hacen un
debate en el carril-bici. Son ciclistas que van por las aceras o se saltan los semáforos. Son
conductores que también se saltan los semáforos, vuelan por la ciudad como si fuera un circuito de
Formula 1 o pitan cuando tienen que esperar dos minutos. Estos comportamientos no son una
fatalidad. No se puede decir siempre “Es España…”. Es cuestión de educación y sensibilización
desde las pequeñas clases del colegio, hasta las universidades, los espacios de trabajo, los clubes de
personas mayores.
El artículo no solo estigmatiza los ciclistas con palabras sino también con imágenes.
A lo largo del año 2020, varios periódicos publicaron las últimas cifras de la incidencia del Covid-
19 en títulos grandes ilustrando el tema con la foto de un ciclista circulando por la calle. Muchos
lectores se limitan al título y a las fotos y se forman una opinión sin entrar en el artículo. Tal foto,
que no tenía ninguna relación con el tema, podía inducir al lector de modo subliminal la idea de que
practicar bicicleta era peligroso para la salud o que los ciclistas eran responsables de la transmisión
de la enfermedad.
Y el artículo que nos interesa no falta a la costumbre.
Bajo el título se ve la foto de un ciclista circulando de noche por una carretera cuando el accidente
tuvo lugar a la una de la tarde, con buenas condiciones de luz. Hay que leer las pequeñas letras de la
leyenda para entender que es una foto antigua del piloto Alonso entrenándose en un circuito cerrado
al tráfico. En este caso el lector apurado ve que el piloto va de noche y fue atropellado por un coche.
De aquí, no hay mucho camino para concluir que iba de noche a toda velocidad (¡por supuesto un
piloto!) por una carretera normal y que el accidente resultó de su imprudencia. Estas asociaciones
de ideas, título-foto, sin relación entre ellas, desfiguran los hechos presentados en el artículo, y
llegan irremediablemente a estigmatizar a los ciclistas.
Hoy, con la situación climática y sanitaria que conocemos, cuando necesitamos medidas radicales
para no darnos contra la pared, es importante promover el uso de la bicicleta – un modo de
desplazamiento que no contamina, económico y saludable tanto para el cuerpo como la mente – en
lugar de seguir estigmatizándola.
Isabelle Totikaev
Valencia
18-02-2021