Primera parte de artículo escrito para la revista SAÓ
Si una cosa me llama la atención del cicloturismo de alforjas en España, es la edad media de quienes lo practican. Yo empecé con 22 años al entrar en el colectivo Valencia en Bici, pero a día de hoy en que sigo practicándolo con asiduidad, la mayor parte de cicloviajeros y cicloviajeras que me encuentro en las carreteras y caminos de España, pasan de los 35 y predominan casi más los que se encuentran como en mi caso, entre los 40 y 55 años. En principio debería ser al revés, pues se asocia la bicicleta con la juventud y unas condiciones físicas propias de esas edades, pero la realidad es otra. Al parecer, los jóvenes de menos de 30 años no han descubierto todavía las satisfacciones que producen los viajes en bici, que por cierto se dan desde que se inventó esta máquina que bien podríamos considerar como un moderno caballo de acero. A esas edades, la mayoría o hace deportes de equipo o practica la marcha nocturna.
A mí y muchos otros, el cicloturismo de alforjas nos retrotrae en el tiempo. Cuando recorro caminos polvorientos de llanuras y páramos turolenses o mesetarios, me siento una especie de gaucho o cowboy que a lomos de su caballo cabalga ante horizontes infinitos. Sentir el viento en la cara, oír a las alondras cantando allá en lo alto observadas por el vuelo del halcón, o toparme con una corza que cruza frente a mí, es algo que no pasa cuando viajas metido dentro de una lata con cuatro ruedas y un motor. Aquí se disfruta con lo que te rodea en el viaje. Cierto es, que hay tantos cicloturismos como cicloturistas. Los hay de gran recorrido, que llevan años viajando por todos los continentes, los hay que hacemos viajes de menos duración, de un mes, de una semana, de un fin de semana o de un día incluso. Los que vestimos de a diario, sin disfrazarnos de ciclista, los que se disfrazan de ciclista, los que gustan del reto del esfuerzo y los que como yo no pretendemos hacer deporte, sino estar en la naturaleza y conocer sitios. Los que llevan casco por convencimiento o por obligación y los que como nosotros no llevamos casco (o llevamos según para que) porque pensamos que eso es una decisión personal y no damos legitimidad a nadie para imponérnoslo.
El cicloturismo es cosa de solitarios pero también de pandilla. Hay quien no necesita más que un mapa para trazar imaginarios recorridos que más tarde recorrerá con su bicicleta, y hay quien necesita que le hagan o le marquen los recorridos. El ser humano es muy gregario y este segundo caso es el más numeroso, de ahí la importancia y la popularidad que tienen las vías verdes o la puesta en marcha de rutas como el camino de Santiago, la ruta del Cid, la vía de la Plata, la vía Augusta, la red transeuropea Eurovelo… Estas rutas, especialmente las protegidas del tráfico a motor, son imprescindibles para el cicloturismo familiar. La vía verde de Ojos Negros es para muchos valencianos el punto del inicio al cicloturismo o al cicloturismo en familia (algo por cierto, muy común al otro lado de los pirineos). Lo que pocos saben es que sus orígenes como vía verde datan de 1994 cuando Valencia en Bici (alentados por el histórico cicloturista valenciano Paco Tortosa) y otros colectivos afines de todo el país la reclamamos como tal, aprovechando los Encuentros[1] que cada dos años nos reúne a los cicloturistas y ciclistas urbanos entorno a la coordinadora Con Bici. Este verano toca recorrer la provincia de Soria en los que serán los XV Encuentros de Con Bici. Tal vez buen momento para los no iniciados para experimentar lo que es el cicloturismo.
El cicloturismo no tiene limites, siempre habrá caminos y carreteras locales sin apenas tráfico que recorrer, sitios donde comer, fuentes donde beber, lugares donde pernoctar aunque sea bajo la luz de miles de estrellas, pero hay algo que le impide prosperar si es de un día o de pocos días: la falta de transporte público, especialmente ferroviario, que le ayude a llegar a sitios lejanos. De nuevo el caso de España es diferente respecto a lo que ocurre en otros países europeos. Gran parte del territorio de España es un desierto humano especialmente atractivo para perderse en bicicleta, pero por ello mismo la red ferroviaria es poco densa y con pocas circulaciones. Un hecho que se ve agravado en tanto y cuanto Fomento solo invierte en la alta velocidad entre ciudades y Renfe está acabando con los trenes regionales con paradas rurales; pero sobre todo por la política comercial de Renfe, de poner trabas al transporte de bicicletas. Viajar con la bici en el tren[2] al otro lado de los Pirineos es casi un derecho, algo que desde hace 23 años estamos intentando que llegue a España. De momento y a pesar de Renfe, desde hace 23 años los cicloviajeros de Valencia en Bici seguimos usando siempre el tren para nuestras rutas de cicloturismo. Somos los mejores clientes de Renfe aunque sus dirigentes no nos valoren porque al igual que el caballo de acero, el tren será siempre nuestro compañero de biciaventuras.
Antonio Llópez Moreno
[1] http://www.conbici.org/joomla/index.php?option=com_content&view=article&id=21&Itemid=5
[2] http://bicisaltren.conbici.org/