El nuevo reglamento de tráfico está a punto de salir y de nuevo la España cañí trata de impedirlo a pesar de que para nosotros no es ninguna panacea. Tratan de colar en el último momento todo lo que quisieron colar (y no pudieron) durante la primera parte de la tramitación del mismo. Se ha desatado de nuevo la caza del ciclista por parte de aquellos que pusieron a la cabeza de la DGT a María Seguí : Mapfre y otras empresas de seguros, la industria del automóvil, el RACE…
El último coletazo lo ha dado una misteriosa “Cátedra” de la que hablaremos más adelante y que ha soltado a la opinión publica auténticas perlas.
Se trata de la Cátedra Española de Seguridad Vial y Movilidad del Instituto Internacional de Ciencias Políticas, que ha advertido que la “permisividad” con las bicicletas genera “situaciones de riesgo” en ciudad, y en lugar de analizar porque se dan esas situaciones, ha propuesto que los ciclistas lleven chaleco, casco, seguro obligatorio y se les exija un número de ciclista, que podrían “portar con visibilidad suficiente en el dorsal del chaleco o casco”.
El exagerado informe de la mencionada “Cátedra”, es la antítesis de lo que debe ser un informe científico. Lo curioso es que la Presidenta honorífica de la autodenominada “Cátedra” no es sino que la propia Directora de la DGT, María Seguí.
No sabemos quién de esa “cátedra” firma el “informe”, pero lo que cabe sospechar es que como la señora Seguí no consiguió doblegarnos en el congreso de los diputados ni desde la DGT, han sacado de nuevo la artillería y nos bombardean otra vez desde una cátedra salida de no se sabe donde.
Seguí y asociados, nos consideran locos al manillar y sus propuestas no son más que una camisa de fuerza que se nos quiso imponer en 2013 con la excusa de nuestra propia seguridad y ahora con la de los peatones. Lo hacen aprovechando la alarma causada por el hecho de que algunos irresponsables continúen circulando en bicicleta por las aceras, alentados por su cara dura o por las políticas del miedo que la propia administración mantiene al permitir la ley del más fuerte en las calzadas (el lugar por donde queremos circular la inmensa mayoría). De todas formas, no sabemos que tienen que ver cascos y chalecos para ciclistas con los peatones, a no ser que pretendan (siguiendo su lógica para con nosotros) obligarlo también a estos por si les atropellamos.
Son ideas que forman parte de esa España casposa que ha gobernado durante siglos y ha evitado que este país se coloque a la altura de la Europa más avanzada. Tan avanzada que cuando nosotros vamos (con la cochitis como bandera) ellos están de vuelta (a las ciudades más amigables con peatones y bicicletas).
Y es una cuestión de siglas políticas que lo es, pero a veces no tanto. Muchas de esas políticas europeas de movilidad más sostenibles con las ciudades y sus habitantes, son aplicadas por los partidos adscritos a la ideología conservadora. Dentro del Partido Popular, que de popular no tiene nada, pues si tiene que elegir entre el populus o la oligarquía, siempre elige la oligarquía, hay muchas voces que disienten de estas propuestas represoras.
En Valencia, gran parte de la ciudadanía está más por convertir nuestra ciudad en la Copenhague del mediterráneo, que en dejarla anclada en el modelo de ciudad llena de humos, ruido y coches. Compromís, EU, UPiD, suponemos que Podemos y la inmensa mayoría del PSOE están por la labor e incluso, dirigentes valencianos del PP como González Pons cuando dijo públicamente que la señora Seguí acabaría por obligar a los ancianos a andar con tacatac por las calles o el propio concejal de circulación y transportes, Alberto Mendoza, disienten de esa visión de la extrema derecha de su partido.
Loable actitud que no bastó para evitar la ley que impuso el casco a los niños. Ley que como casi todas las que salen del gobierno del PP, castiga al débil (los niños) y mantiene los privilegios del fuerte (el automóvil). Y en esas estamos, con ciudades donde los niños son obligados a llevar casco pero donde no pueden circular autónomamente y con la tranquilidad de que no los embista un coche.
Así es la España cañí, la España que convirtió el juego de los niños y la tranquilidad de los ciudadanos en una utopía y que ahora que empezamos a despertar de la mentira en la que nos hacen vivir pretende perpetuar.