Hoy hemos visto una noticia curiosa en la prensa a la que se añadió días después otra. Curiosa no porque haya habido un accidente de coche, sino porque en la noticia quedaba esplicitado que el conductor había sufrido severas lesiones craneo-encefálicas. Por fin se reconoce que ya no somos solo los que nos desplazamos en bici, los que sufrimos lesiones en la cabeza. A raíz de este novedoso tratamiento informativo, quisiéramos reflexionar sobre la pertinencia del casco en nuestras vidas:
Lo primero que debiéramos advertir es que el casco surgió de una necesidad guerrera, pues los primeros cascos fueron producto de la guerra y solo muy recientemente se empezaron a usar en el deporte y en el trabajo como resultado de lo que algunos entendemos como la cultura de la sobreprotección, ligada a bien intencionados puntos de vista médicos, pero sobre todo a otros más monetarios liderados por el negocio de los seguros. Y es con el deporte con lo que entró, para nuestra desgracia, la de los ciudadanos que usamos la bicicleta como un medio habitual de transporte, el casco en nuestras vidas. Eramos felices hasta que el «Poder» bajo el manto de la seguridad se propuso domesticarnos. Ya lo expresamos en un artículo que salió resumido en el diario Levante cuando empezó la polémica: En España no hay cultura de la bicicleta y se asocia a esta con el deporte. Ya lo hicieron obligatorio en las carreteras de nuestro país, donde casi todos los ciclistas práctican ciclismo y solo unos pocos (aunque cada vez más) se transportan. Normalizaron la idea de que el casco va con la bici y por ello esperaron con razón, que la gente ajena a nuestro mundo cotidiano entendería claramente que obligar a los demás a llevar un casco era positivo. Guerra ganada si tenemos en cuenta que en España suele prevalecer el ombliguísmo por un lado y lo de ver siempre la paja en ojo ajeno ( el casco salva vidas, pero llevalo tú). A pesar de que algunos ciclistas deportivos apoyaron la medida en un principio, la gente que usa la bici, incluso los que lo hacen por deporte, después de este largo debate en el que David se ha defendido de las arremetidas de Goliat se ha dado cuenta que los usuarios de la bici en el deporte o fuera de él somos víctimas de un complot. Complot que ha calado incluso en algunas empresas ligadas a la bicicleta. Un ejemplo muy claro de que el casco ha adormecido la mente de mucha gente es el catálogo de una conocida marca alemana de alforjas. Si uno ojea ese catálogo, verá que en todas las fotos donde hay alforjas con gente en bicicleta estos llevan casco, pero en las que hay alforjas con jinetes a caballo, estos llevan sombreros de cowboy y en las que están en piraguas llevan gorras ¿Acaso no es más arriesgado que un caballo te tire o caerte de una canoa en un rápido que de una bici?
Pero la hipocresía puede ser infinita. Si no nos equivocamos, podríamos afirmar que desde sus inicios, las carreras y el deporte de competición en automóvil estuvieron ligados al casco, algo que hasta hace muy pocos tiempo no se ligó al deporte del ciclismo. El caso es que hoy en día mucha gente en España ve a sus ídolos del ciclismo con casco y a los del automovilismo con casco (Alonso, Sanz) pero sin embargo solo relaciona el casco con la bicicleta y no con el coche a la hora de hacer uso cotidiano de estos vehículos. Ello se debe a que partimos desde una cultura que ha fabricado estereotipos en los que la bici ha quedado muy mal parada. La bici ha sido y lo es todavía para una gran parte de los españoles un juguete o un deporte, mientras que el automóvil es un medio de transporte e incluso para algunos hombres una prolongación fálica.
Los que vemos la bici como algo cotidiano en nuestras vidas no hacemos esa asociación ni vemos esa necesidad, de la misma manera que no vemos esa asociación (la de yo y mi casco) en nuestra cotidiana ducha, ni en nuestro cotidiano descenso de las escaleras de casa. Cierto es, que no por cotidianas, estas actividades están exentas de riesgos, pero cualquier persona entendería que no podemos vivir con el perpetuo miedo a caernos y matarnos e ir siempre con un casco puesto. Al margen de la percepción «cultural» que tengamos de los riesgos que corremos según en qué situaciones y vehículos, están los datos estadísticos. Los datos son concluyentes en ese sentido y la bicicleta es uno de los vehículos más seguros que existen con unos índices de riesgo muy por debajo de la moto y equiparables a los del automóvil al circular entre estos. Eso sí, si quitáramos el riesgo que causan los automóviles a los ciclistas en las vías públicas, entonces la bicicleta sería equivalente a lo que muchos españoles conocen de la bici: un inocuo juguete.
En esta primavera de 2013 nuestra querida directora de tráfico que vela por nosotros, Amén, dijo intentando imponernos por obligación el casco a los usuarios de la bici y solo a nosotros, que ella hablaba por los 5000 dañados craneo-encefálicos que había en esos momentos en España. Lo que no dijo es que de esos 5000, 4892 lo eran conduciendo coches, motos o andando. Cierto es que hay más gente andando o en coche que circulando en bicicleta, pero puestos a hacer demagogia no dejan de ser menos importantes sus cabezas que las nuestras. En estos 10 meses nos hemos cansado de aportar datos científicos sobre la poca incidencia de los golpes en la cabeza entre los ciclistas. Datos que demuestran que proporcionalmente están por debajo de los que sufren los automovilistas, porque a pesar del cinturón y como se ve bien claro en los pilotos de automovilismo, este no basta. Sin embargo, no se oye pedir a esta señora que se dice tan preocupada por nuestras vidas y cabezas decir nada sobre la obligación del casco para ir en coche y mucho menos a aquellos que solo ven la paja en ojo ajeno: el RACE y otras asociaciones con intereses económicos encontrados con el despegue del uso de la bici como medio de transporte.
Nosotros, sin embargo, no somos como ellos, creemos en la libertad y creemos que la seguridad individual es eso, seguridad individual y cada cual con su vida y por eso, las únicas obligaciones que pedimos son las que entrañan respeto a los demás: respetar las distancias, respetar las velocidades, respetar el medio ambiente que nos envuelve…
Por suerte así lo ha entendido la Izquierda plural, el PSOE y UPiD y estamos seguros de que seguirán defendiéndonos en los meses y años venideros (pues aunque aprueben la ley esto no va a quedar así) de los abusos de autoritarismo de los que somos objeto.
Antonio Llópez Moreno